Cuenta la leyenda que en una ocasión dos niñas de este municipio serrano se encontraban recogiendo fresas en el monte.
Hubo un tiempo en que esta pequeña fruta que crece a ras de suelo colmaba el entorno de cada localidad, perdiéndose su cultivo con el paso de los siglos en la mayorÃa de la Sierra de Francia.
HabÃan salido al mediodÃa con sus respectivas cestas, cual caperucitas rojas en busca del bermellón premio.
Las niñas fueron escudriñando cada palmo del terreno que sus padres les habÃan acotado, pues no deseaban que se alejaran mucho del pueblo. Sin embargo, al no hallar fresa alguna aquella mañana, las pequeñas decidieron desobedecer a sus progenitores y se adentraron ladera abajo.
Fueron descendiendo por la zona oeste del recinto amurallado, entre olivares sobre la confluencia de los rÃos Francia y San Benito. Una vez allÃ, se entretuvieron con el arrullo del agua y, viendo que el viaje habÃa sido infructuoso, decidieron subir de nuevo hasta Miranda.
HabÃan avanzado unos pocos metros cuando las niñas se detuvieron en seco. En el hueco del tronco de uno de los olivos habÃa algo. Un resplandor les llamó la atención, y como cualquier pequeño que siempre sucumbe a la curiosidad, se acercaron para comprobar qué era aquello que relucÃa entre la madera.
Fue asà como encontraron una virgen de origen románico pero cuya talla parece barroca. La recogieron y la mostraron a sus padres, que difundieron la noticia por todo el pueblo.
En el lugar del hallazgo se decidió construir una ermita para venerar a la que se bautizó como Virgen de la Cuesta, templo rodeado de olivos en recuerdo al lugar donde se produjo el milagro.
Fte: salamanca24horas