Cuenta la leyenda que en el pueblo de Mogarraz, Salamanca, existÃa una bella muchacha mora que todos los dÃas estaba obligada a recorrer un largo sendero para recoger agua de una fuente.
Laila, que asà se llamaba esta mujer mora, ayudaba con su trabajo diario a toda su familia. Todos los dÃas recorrÃa el camino desde su casa hasta el rÃo varias veces cargada con un gran cántaro de barro.
Cierto dÃa, Laila, agotada por haber hecho el camino varias veces, se arrodilló al lado del rÃo y rompió a llorar desconsoladamente.
Mientras que este sollozo quebraba la tranquilidad del bosque, un extraño hombre, escondido entre los castaños la observaba plácidamente.
Cuando la muchacha volvió a incorporarse para colocar el cántaro de barro en su cabeza, quién la habÃa estado observado, le cortó el paso en su camino de regreso a Mogarraz.
Era una figura extraña: muy alto, vestido de negro y muy delgado. Su mirada transmitÃa cierta intranquilidad e inquietud.
Sin embargo, Laila estaba tan absorta en sus problemas que no se dio cuenta de que habÃa algo en este hombre que transmitÃa mucha maldad.
La muchacha le contó sus penas y la razón por la que lloraba. Una voz acariciante y muy masculina le ofreció acabar con todo aquello si se iba con él. A cambio, la prometÃa una vida eterna llena de riquezas y felicidad.
Pero Laila, muy asustada por aquella proposición, se negó e intentó retomar el camino de regreso a Mogarraz.
El hombre, que no era más que un hechicero malvado, al sentirse despreciado, montó en cólera y su voz masculina se transformó en un grito sobrenatural que encantó a la mora Laila y la condenó a vivir en lo profundo del rÃo para toda la eternidad.
La muchacha, aterrorizada por lo que acababa de escuchar, dejó caer su cántaro e intentó huir. Sin embargo unas garras enormes de varios gavilanes agarraron sus ropas y la sumergieron en las frÃas aguas del rÃo Tejada.
La joven mujer se dio cuenta de que su cuerpo se paralizaba mientras iba descendiendo lentamente hacia la profundidad. Se balanceaba con un suave vaivén que marcaba la corriente. Vio, asombrada, que podÃa respirar bajo el agua.
El hechicero, entonces le habló:
-Te quedarás dormida profundamente en la cueva hasta las horas previas de la noche de San Juan. Entonces, te permitiré que te despiertes y puedas salir al camino en busca de un hombre que te quiera desposar. A cambio, podrás llevarte para él todas las riquezas que hay en la gruta y yo romperé tu hechizo. Podrás concederle todo tu amor y colmarle de felicidad. ¡Pero te lo advierto!- dijo el hombre de negro mirándola a los ojos muy fijamente- si ningún muchacho quiere casarse contigo volverás durante un año más a la profundidad de este rÃo.
Fte: Blog de Marian Ramos
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