La ronjea era un columpio creado con las cuerdas de atar las cargas en las caballerías, siendo el asiento un saco lleno de hojas secas (traídas generalmente de los robles alrededor del cementerio), y que atado todo a la rama de un árbol, permitía columpiarse a los niños y niñas sin ayuda de los mayores.
La ronjea es una de esas tradiciones que, por su simplicidad, ha perdurado a través de los tiempos, generación tras generación.
En antiguos manuscritos ya podemos encontrar antiguas ronjeas a lo largo y ancho del país, en cada lugar con un nombre diferente. Incluso el propio Francisco de Goya nos dejó en herencia un cuadro, titulado 'El Columpio', donde varios adultos se encuentran jugando a una ronjea similar a la que describimos. En la propia Sierra de Francia podemos encontrar esta misma tradición pero con diferentes nombres.
Tal como explican en la obra 'Al vaivén del columpio' de María Jesús Ruiz, José Manuel Fraile y Susana Weich-Shahak, en La Alberca se conoce como 'zambulerio', en Madroñal y Monforte es la 'engalea' o el 'chonchorombigo' en Herguijuela de la Sierra.
El próximo sábado, mientras los mayores realicen el sacrificio, chamuscado y despiezado del cerdo, los pequeños de Cepeda volverán a divertirse en la ronjea sin saber que, con ese pequeño gesto, están haciendo perdurar la historia propia y las raíces de su futuro.
Fuente: Entresierras - Revista Digital
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